La realidad que me gustaba mucho, y la verdad lo digo porque soy de esos seres que defino una bella mujer por la simetría de un exquisito rostro. Su cuerpo no lo podía definir a cabalidad, pues aunque parecía bastante flaca, sus vestidos regularmente sueltos no me dejaban apreciar de buena manera lo que se podía esperar.
La conocí a través de un empleado que trabajaba para la compañía y en varias ocasiones me había invitado al rancho que había comprado en Costa Rica. En aquella ocasión la invitación era más formal, su hermana quien se había graduado recientemente de médico dentista, en aquella ocasión se casaba y mi amigo quería que lo acompañara en aquel viaje al sur. En realidad él se fue dos días antes que yo y me sorprendió que quien me recogía en el aeropuerto fuese su hermana, pero no la que se casaba, sino María de los Ángeles, quien era mayor y que coincidentemente también era dentista practicante.
Como dije, bonito rostro, frente poética, cabello negro ondulado, ojos café, cejas espesas pero bien recortadas, sonrisa tímida pero sensual y vistiendo un atuendo amarillo canario que le cubría buena parte de su rodilla, zapatos de tacón no muy altos, pero en realidad se miraba divina justificando su segundo nombre: era un ángel. Iba con un pequeñuelo que se notaba a leguas que no llevaba su misma genética y que luego ella me hizo saber que era su hijo adoptado.
Para no alargar mucho mi relato, debo decir que los preparativos de la fiesta de boda transcurrían de lo más normal, pero me di cuenta que de alguna manera, mi amigo, su hermana, padres y otros familiares, conspiraban para que María de los Ángeles y yo, estuviésemos siempre juntos y sentía que siempre nos querían dejar a solas. Sabía por las pláticas que esta familia conocía algo de mi historia y de quien yo era, y me pareció que ellos pensaban que yo hubiese sido un buen partido para esta hermosa chica, en aquella época de 28 años. También pude sentir que entre ella y yo había cierta química, nos atraíamos, nos gustábamos, pero yo por aquella época estaba determinado a no tomar la ruta del matrimonio, pues ya llevaba algunos años de soltero y ese estado lo estaba disfrutando al máximo.
En los últimas instancias de la fiesta, el que ponía la música cambio el ritmo a unas suaves baladas, las cuales bailamos y pude sentir su aroma delicioso de mujer exótica y ponía mi mano derecha en una de sus caderas. Bailamos estrechamente, como si fuésemos novios y quizá ella se atrevió hacerlo, pues la pista de baile estaba conglomerada de algún centenar de gente. Rozando nuestras mejías bailamos melodiosos aquel ritmo romántico sin ser en si pareja.
A la media noche despedíamos a los novios pero el baile siguió hasta bien entrada la madrugada. Mi amigo y compañero de trabajo se puso una borrachera, que no sabía ni dónde estaba, sus padres estaban también con un cansancio que se despidieron de mí y se retiraron a dormir. En aquel rancho íbamos todos a dormir, pues aunque no era cómodo como un hotel, tenía varias habitaciones separadas, estas son construcciones abiertas, con corredores de cerámica amplios y pues yo debería dormir en la misma habitación con mi amigo borracho. Con su hermana lo hemos llevado como hemos podido y lo hemos dejado en la habitación mientras con María de los Ángeles decidimos caminar por el rancho, pues aquella noche era noche de luna llena y había un vista espectacular que decidimos caminar alrededor.
La caminata de media hora termino a eso de las 4 de la mañana y la encaminé hacia su habitación donde después del beso en la mejilla, nos seguimos viendo con una mirada que realmente pedía algo más y le he besado los labios. Ella corresponde a mis besos y nos comenzamos a besar apasionadamente. Yo acaricio su cuello he intento llegar por arriba de sus senos, mientras la abrazo y me atrevo a tomarle los glúteos, los cuales no son tan pronunciados, pero imagino que aunque flaca, tiene esa curva femenina muy bien definida. Ella le pone alto a la emoción de las caricias y me dice que debemos ir a nuestros respectivos cuartos. Me voy para una hamaca que está adentro del cuarto y me duermo.
El siguiente día todo parece de lo más normal y es un día domingo el cual es el último que estaré en Costa Rica, pues debo regresar el lunes por la mañana a USA. Mi amigo quiere pasar el día visitando a amigos cercanos y le pide a su hermana con esa sensación de la conspiración que me lleve a conocer la ciudad. Fuimos para la ciudad, pero lo que a mí me interesaba era regresar a aquel estado de las caricias. Ella me llevó a conocer su casa, donde vivía con sus padres, pero estos no estaban, todavía seguían la fiesta con varios amigos en el rancho. En una de esas, la tomo de su reducida cintura y le beso el cuello. Ella toma mis manos y yo puedo sentir como mi verga toma volumen y creo que ella lo siente. Se da vuelta y nos comenzamos a besar intensamente. Obviamente los besos escalaban en la pasión y poco a poco nos metimos en la sala interior, caímos en un sofá, desabrocho y bajo el cierre de su vestido y en minutos le he quitado el sostén. Son dos pechos pequeños y puntiagudos que deberán estar en la copa B y comienzo a mamarlos frenéticamente y succiono sus pezones carrasposos y rojizos. María de los Ángeles gime de placer, pero sus movimientos aunque no violentos parecen indicarme de que pare. Hago caso omiso y yo continúo mamando sus pechos mientras por debajo de su vestido, mi mano derecha se ha hecho camino y he llegado a tocar su panochita sobre un calzón que está ardiendo y súper mojado. En esta ocasión ella reacciona molesta y me pide que me detenga. Lo he hecho y solo me queda apaciguar la calentura y mi verga que quiere salir de la presión de mi pantalón. Ella se acomoda de nuevo el sostén y me dice que vamos muy apresurados.
En su casa, los baños están en el interior de la misma y no como en el rancho, los cuales están en el patio. Ella me pide que me espere y oigo que se mete a ducharse lo cual equivocadamente intuyo que es una insinuación y es cuestión de abrir la puerta y adentrarme a observarla. Me equivoco, la puerta tiene llave y está asegurada. Regresamos al rancho y en el camino concertamos una cita como si fuéramos niños y me dice que llegue a su habitación, que la dejara sin llave, que me asegure que su hermano esté dormido. Aquello fue fácil, pues mi amigo siguió con su borrachera y ya para las 6 de la tarde estaba en cama. Todo lo demás parecía fácil, pues sus padres habían regresado a casa y ella se queda con la excusa de velar por su hermano, como a la vez, ella sería la que me llevaría al aeropuerto.
Llego al cuarto y nuevamente llegamos a los besos. Ese preámbulo tomó varios minutos y creo que llegamos a la hora para volver a intentar quitarle el sostén. De alguna manera se lo quito y vuelvo a comerme esos pequeños pechos y donde María de Los Ángeles gemía tímidamente. Como estaba sobre ella, aquella maniobra se facilitaba y como siempre llevaba vestido, mi mano volvió hacerse camino entre medio de sus piernas hasta llegar de nuevo a otro calzón mojado y quizá no dijo nada, pues le tapaba su boca con un beso que prolongué hasta que completamente mis dedos masajeaban su clítoris sobre su calzón. No la solté, aunque sus movimientos me pedían que lo hiciera y no dijo nada pues yo seguía besándola, y mi masaje rítmico la llevó a un orgasmo que solamente cerró los ojos y gimió levemente mientras se mordía los labios. Sabía que había experimentado un orgasmo y pensé que se compadecería de mí, pero no me dio nada, me dejó con la verga bien parada y con los huevos hinchados. Ella me pidió que saliera, pues creo que quería limpiarse y cambiarse calzón. No la vi hasta el siguiente día que me llevaba al aeropuerto. No hablamos mucho y nuestra despedida fue un apretón de manos y cada quien para su casa.
A los meses ella viene a USA a visitar a su hermano y como creo que su hermano piensa que sigo siendo un buen partido, me lo hace saber y todo es una conspiración para encontrarme a solas con su hermana. La invito a comer y la llevo un día sábado a conocer la ciudad. Ya entrada la tarde la llevo a conocer mi condominio donde volvemos a los besos apasionados y equivocadamente me hace intuir que hoy está dispuesta a todo. Hago lo mismo de siempre, besos y más besos, hasta llegar a su cuello, remover su sostén, mamarle los pechos, ver como gime de excitación, aunque esta vez, ya que estamos en un otomán, sillón que en realidad es una diminuta cama, le he subido su vestido, he vuelto a masajear con mis dedos su clítoris pero he hecho un movimiento ágil y rápido para llegar con mi boca a comerme su conchita. Ella dice que pare, pero yo sigo succionando su concha por sobre su calzón que esta empapado de sus jugos vaginales. Con mis manos aprieto sus pezones y ella aunque dice que pare, me sostiene mi cabeza con sus dos manos sin intentar removerla o hacer algo para evitarlo. Hoy, le hago un masaje oral y pleno en su húmeda panocha, aunque siempre sobre su calzón. María de los Ángeles gime profusamente y le llega un orgasmo que es acompañado con un grito que parece se convertirá en llanto. No dejo de succionar su panocha, hasta que intuyo le ha pasado la corriente eléctrica de su orgasmo.
Nuevamente, hace lo mismo. Esta vez se va al baño, se encierra, se limpia, creo que lava su prenda íntima y la retuerce para volvérsela a poner aunque esté mojada. Le digo que la puede poner en la secadora, que le tomará solo unos minutos, mientras mis huevos me quedan hinchados y con una sensación de dolor otra vez más. En aquella ocasión decidí no volver a caer en aquel juego y decidí ignorar y hacerme de un lado. Regresé con ella al apartamento de su hermano a eso de las 9 de la noche, una conversación breve y trivial y me despedí.
En aquel viaje que ella hizo, días después tuve la oportunidad de volverla a ver, pues creo que el motivo real de visitar a USA, era consolidar una alianza y asociación de inversión con algunos de sus familiares, pues María de los Ángeles quería montar su propia consulta junto a su hermana, pero requerían de capital, y creo que su tío se había echado atrás y todo parecía un fracaso. Es cuando de nuevo entro yo a la escena. Sin pensarlo mucho, sin firmar ningún contrato y sin ninguna prenda como colateral, le he dado prestado $50,000.00 dólares, los cuales se compromete a pagar en 60 meses. Es de esta manera que mantengo el contacto con María de los Ángeles y debo decir que solamente le tomo 36 meses en pagarme cada centavo: claro, tampoco le cobré intereses aunque ella insistió en hacerlo.
Debido al éxito que habían tenido, me hizo el honor de invitarme a la inauguración de su nueva clínica y a la vez quería que me hiciera socio comercial de ella. Por aquel tiempo me hizo varias invitaciones las cuales esquivaba fácilmente por las responsabilidades de mi trabajo. Visité Costa Rica un par de veces por aquel tiempo pero siempre la ignoraba como mujer, pues ya me había dejado con los huevos hinchados y adoloridos un par de veces. Creo que notó que la ignoraba y ella intentó acercarse a mí de muchas maneras. Quizá al no tener éxito con mi asistencia, creo que me hacía invitado de honor para abrir su nueva clínica y cortar el listón junto a ella, como símbolo de apreciación. Me dio suficiente tiempo y ella me extendía mi boleto de avión en primera clase. No pude decir que no.
Todo aquel trámite protocolario de su evento pasó con las emociones que todos esperaban y más tarde pasamos a una cena que se daba en el mismo hotel donde yo me hospedaba. María de los Ángeles creo que sintió que la ignoraba y me cuestionó mi ausencia, la cual justifiqué con el estado mental de mis propios negocios. Sin terminar la euforia de la cena que era acompañada de una banda musical, me he levantado y despedido de todos, con la excusa perfecta que debo estar a primera hora en el aeropuerto. María de los Ángeles se incorpora, me da un abrazo, un beso en la mejía y me dice: ¡Gracias por haber venido!
Me voy a mi habitación, no sin antes ordenar una botella de whiskey, pues realmente mi vuelo estaba programado para el mediodía y me dispongo a relajar a solas. Quizá dos o tres horas después y ya con unos cuantos tragos oigo un toque en la puerta. Me sorprende porque no espero a nadie y no he ordenado nada del hotel. Me acerco a ver por ese pequeño orificio de cristal de aumento que hay en los hoteles, pero no distingo de quien se trata. Abro la puerta con mucho cuidado y veo que a un lado de la puerta esta María de los Ángeles. Sonríe y me dice: ¿Puedo entrar?
Abro la puerta aun algo sorprendido y me dice que la invite a un trago: que ella regularmente no toma, pero quiere brindar conmigo a solas. Se lo sirvo y la acompaño con un brindis con el trago que ya tenía en mi vaso. Ella comienza la plática:
– ¿Te pareció aburrida la cena?
– Para nada, estuvo exquisita… lo único que en las últimas semanas he volado por varias ciudades y me sentía cansado.
– Una vez más, te agradezco que hayas hecho el tiempo para venir y compartir con nosotras. Te estoy infinitamente agradecida.
– No tienes que mencionarlo… yo te doy las gracias por hacerme parte de tu nueva aventura.
– ¡Bueno! No quiero interrumpir tu descanso. Nuevamente gracias y que pases feliz noche.
Yo asisto con abrir la puerta, nos damos otro abrazo y beso y nuevamente le deseo suerte. Veo que da unos pasos por el pasillo y cierro la puerta. En aquel momento pienso que debería tomar una ducha caliente antes de tomar otro trago y de esa manera descansar y dormitar. Secándome en el baño estaba, cuando oigo toques en la puerta una vez más. Ya han pasado unos diez minutos desde que María de los Ángeles se fue, y esta vez sí me sorprende que alguien esté tocando la puerta. Me pongo un bóxer rápidamente, me cubro la cintura con la toalla, veo por el mismo orificio pero no veo a nadie. Cuidadosamente abro de nuevo la puerta y es ella, María de los Ángeles está a un lado de la puerta. Esta vez soy yo el que la cuestiono:
– ¿Estas bien?
– ¡Pensé que me retendrías!
– María de los Ángeles, ¿por qué debería retenerte? Entre tú y yo no hay nada y creo que tú has sido la que se ha encargado de definirlo de esta manera.
– ¿No me invitas a pasar? –abro la puerta y entra.
– María, no sé lo que tú buscas conmigo, pero ese tiempo ya pasó.
– ¿Podemos darnos otra oportunidad?
– ¡Disculpa María! Quizá los tragos que me he tomado me hacen un poco gráfico, pero oportunidad a que me dejes con los huevos adoloridos de nuevo, esa oportunidad no la quiero.
– ¡Me estás haciendo sentir mal! Mejor abrázame. –ella busca mis brazos.
– María, ya hemos hecho esto dos veces y no ha funcionado… y no sé si esto es para ti un simple deseo, si hay sentimientos involucrados, no sé lo que es, pero te soy honesto, no quiero lastimarte.
– ¿De qué hablas?
– Siento ser directo, y espero no te lastime.
– ¿Dime?
– ¡Tú me gustas! Pero en el último año he decidido no volver a tener una relación seria con nadie. No sé si lo tuyo es sexual o va más allá de lo sentimental, pero hoy no puedo corresponder sentimientos. No quiero lastimarte y prefiero ser honesto contigo.
– ¿Dame un beso?
– ¿Escuchaste lo que dije?
– Si… y no importa… solo dame un beso.
– Lo siento, no quiero que esto trascienda y yo poco conozco de ti.
– Tony, quiero que me hagas tu mujer…
– ¿Has pensando en un embarazo? ¿Te cuidas?
– Si, lo desearía, pero soy estéril… es por eso que adopté a mi hijo. Tony, yo no busco atarte y sé que una persona como vos siempre será libre. Pues aunque suene incoherente, que aunque me siento enamorada de ti, realmente también me gusta mi libertad. No pienso en ti si no estás a mí alrededor, pero si estas cerca, te deseo tanto…
Me acerco su boca y nos besamos. Fue ella la que en esta ocasión comenzó a mamarme las tetillas, pues estaban expuestas al estar yo sin camisa. Luego yo hice lo propio con acariciar su cuello y de nuevo por tercera vez remover su sostén. Me comí sus tetas como un loco, mientras María de los Ángeles jadeaba profusamente. Esta vez me dejó removerle el único vestido que podría decir ceñía su esbelto cuerpo. No me equivocaba, sus glúteos aunque no muy pronunciados tenían esa simetría exquisita de la curva femenina. Ahí la tenía sin brassier y a punto de remover su bikini blanco que denotaba esa humedad en esa parte exquisita donde roza los delicados pétalos de una mujer. Se los quite y saboree lentamente su clítoris mientras con mis dedos le apretaba sus pezones. Parecía que esto le encantaba y sus gemidos se elevaban, hice una pausa y frente a ella me quito el bóxer y por primera vez mira mi erecta verga y solo se limitó a decir: ¡Esta grande!
La panochita de María de los Ángeles está completamente afeitadita y puedo ver que no es un orificio muy grande, sus labios inferiores y exteriores son también pequeños, son de esas chicas que se siente apretadito, como si uno se las estuviese cogiendo por el culo. También pensé en cogerme su culo, pero conociendo a María, pensé que ese sería un paso imposible. Le pongo mi glande sobre su panochita y paso sobándole su clítoris con mi verga. Quizá por pena cierra los ojos, pero sus labios denotan el delirio que vive. Yo continúo por varios minutos ese masaje de la cabeza de mi verga sobre su clítoris, donde María comienza a mover su pelvis esperando a que le rompa su pequeña conchita y de esa manera eleva con enorme ansiedad su pelvis y le llega un placentero y rico orgasmo y es donde le dejo ir toda mi verga y ella grita, y no sé si es de dolor o de placer. En milésimas de segundo sé que es placer, pues ella choca con euforia mis embestidas contra su panocha. Con lágrimas en sus ojos es una de las pocas mujeres que en el remolino de su orgasmo me dice: Amor, que rico amor, te amo, te quiero… que rico amorcito.
Le di una sacudida o mejor dicho una vergueada que aquello de: amor que rico, se volvía una letanía mientras sus contracciones de su vagina me llevaron al paraíso. Le llené su conchita de una abundante corrida que hasta yo me admiré. Pasamos al baño a limpiarnos, de hecho yo me volvía a duchar y el agua fría me hizo recuperar las fuerza y para cuando me secaba tenía ya erecta otra vez la verga. Le pedí que su pusiera de perrito e increíblemente me dice de esta manera:
– ¡Me da pena! Vengase mejor en la cama, aquí cobijaditos.
– ¿Qué dices? Que te da pena. ¿Por qué te da pena?
– No sé, nunca he estado así.
– Ven… ¿acaso no soy tu amor o tu amorcito? Esas son palabras de confianza.
Ella tímidamente accede y puedo notar que es una genuina pena, pero se pone en cuatro. Veo como esa curva de su columna termina en sus ricos y sólidos glúteos, que mi verga se vuelve más sólida y comienzo con mi taladrar incesante y que debido a los tragos de whiskey hacen que me da gusto a placer en estrellar mis huevos en su panocha. Quizá habrán pasado 6 o 7 minutos y María de los Ángeles llega a otro orgasmo. Taladro su concha hasta que ella ha dejado de gemir y ahora llega la hora de la verdad y que debido a los tragos me atrevo a pedir: María de los Ángeles, ¿me puedes dar el culito? – Ella se sonrojó y solo dice: ¿Cómo? Eso no creo que sea posible.
– Dámelo, que sea a compensación por los años de espera.
– ¡Es que eso no es para eso! Además, su cosa es enorme que me mataría si lo intenta.
– María, hazlo por mí, realmente deseo que seas completamente mía.
– Y lo soy, solo usted ha estado adentro de mi… usted ha sido el único.
Realmente se me hacía difícil de creer y todavía tengo mis dudas, pero María de los Ángeles siempre me ha afirmado que yo la desvirgue a sus 31 años. Difícil de creer pero que justifica con una condición que la hace más propensa a ser anémica y que fue el motivo que descubriera que era estéril y esa desconfianza en si misma de entregarse completamente a un hombre. De tanto insistir la convenzo que me dé su culo y también le digo que tenga confianza que mi intención no es lastimarla.
La pongo en la posición de perrito y le dejo ir primeramente mi lengua en su orificio, lo que propició que reaccionara negativamente, pero que logré convencerla de lo excitado que me ponía con lamer su rico culo. Con una pena que me pareció ser genuina, le lamí el culo a placer hasta que le acerque mi glande a su pequeño orificio. Debo decir que María de los Ángeles ha sido la única que creo no ha disfrutado el sexo anal conmigo, y si lo hemos hecho en varias posiciones y condiciones y creo que es como ese corderito que se sacrifica para darle placer a la persona que ama y quiere. Aquella noche le rompí el culo con alaridos de dolor y apresuré el paso y le dejé lleno de mi semen su culo, pero no creo que lo haya disfrutado. Hasta esta fecha ella me lo ofrece, pero no es por ella, es por mí, pues simplemente quiere complacerme.
Aquella primera noche de sexo con María de los Ángeles, fue un maratón que se extendió hasta bien entrada la madrugada. Hicimos varias posiciones pero siempre terminábamos con el misionero, pues tenía pena montarme, tenía pena hacer el 69, pues era tímida para mamar verga. En fin, realmente no sé cuántos orgasmos tuvo, pero yo le deje ir 5 polvos que me dejaron los huevos ardiendo y ella se quejaba de lo dolorido de sus caderas y pelvis. Ahora que le cuento que me ardían los huevos porque me los dejo vacíos me dice en son de broma: Te ardían porque no te los vaciaba y te arden porque te los vacié: ¿Quién te entiende?
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