¿Así que oías como tus alumnos, que eran mis compañeros y no sólo de clase, hablaban de las guarradas que me gustaba hacer y de lo puta que era en la cama?
¿Así que disimuladamente te quedabas a escuchar la conversación porque en la intimidad fantaseabas con ser tú el que ahogase a esta puta con su gran polla?
¿Cuándo me acercaba a ti para resolver alguna duda, mi olor hacía que tu polla tomase la iniciativa?
Bastantes años nos separan de aquella situación, pero la niñita con la que el profe fantaseaba no cambió mucho.
Sigue siendo una puta, pero con algo más de habilidad.
No sé si lo escuchaste pero comer pollas es algo que me encanta y además lo hago formidablemente.
Puedo asegurarte de que después del día inolvidable de hoy ninguna boquita que pruebes será la mitad de excitante y placentera que la mía.
Cada vez que tu polla se folle a otra boca, lo hará pensando que es la mía, esa boquita pequeña, húmeda, caliente; mi boca.
Un día me avisas de que vas a venir a mi ciudad por un tema de un curso.
Te alojarás en un hotel pero sólo pasarás una noche aquí.
Hay que hacer que la fantasía tenga la mayor veracidad posible.
Cojo en el armario la caja donde guardo todos los disfraces y busco el de colegiala.
Es muy simple.
Un top que se ata en las tetas, una falda que no llega a cubrirme el culo y una corbata.
De cuadros azules y blancos.
Me pinto las uñas azules. Me gustan esos pequeños detalles.
Cojo unas medias que lleguen por encima de las rodillas, blancas.
Me subo a los tacones negros y salgo de casa.
Encima llevo una gabardina negra que esconda lo que hay debajo.
No puedo ir por la calle mostrando mis encantos.
Llego al hotel.
Antes de entrar retoco mis labios con un color rojo muy resultante.
Abres la puerta y entro. La cierras nada más entrar y yo te empujo contra ella.
Dejo caer la gabardina a mis pies para que contemples.
El profe pervertido tiene una alumna muy puta.
Allí mismo contra la puerta te desabrocho el pantalón y lo dejo caer hasta tus pies.
Bajo tus bóxer y saco esa polla que tantas veces me imaginé.
Lo que veo me gusta mucho.
Me arrodillo ante ti.
Comienzo a darte besos pulcros sobre tu polla.
Cada beso queda marcado en ella con el rojo de mis labios.
Eso te excita mucho, lo puedo notar.
Me sacas las tetas fuera para poder manosearlas y pellizcarlas.
Para no borrar el bonito color que deje en tu polla, me meto la punta de esta en la boca, pero solo la punta.
Puedes notar como mi boca está ya muy caliente y húmeda, casi tanto como mi propio coño.
Paro un momento para dejarte más besos marcados en tus huevos.
Me agarras de las coletas y me devuelves a tu polla.
Me obligas a meterla toda en la boca pero me niego a borrar esas marcas que te dejé.
Tu alumna necesita un poco de disciplina, parece.
Me levantas tirándome del pelo y me arrinconas contra la pared.
Aprovechas que la falda no me tapa nada para azotarme con fuerza el culo.
Me queda completamente marcado.
Ahora ya tienes a tu putita marcada como solo tuya.
Me das la vuelta y me obligas a abrirme completamente de piernas.
Empiezas a golpear mi clítoris.
Eso me excita mucho y no puedo reprimir varios gemidos de placer.
El coño me palpita ante el morbo de follarme a mi profe.
Tu excitación también es notable asique me llevas a la cama.
No me dejas desnudarme, te gusta contemplarme así vestida, como una niña inocente y desconocedora de lo que un hombre como tu puede ofrecerle.
Me dejas a cuatro patas sobre la cama, mi culo redondito enmarcado con la falda del uniforme y tú detrás manoseándomelo.
Rozas con tu polla la entrada. Me muevo para que, sin tocarla entre.
Se oye un gemido de placer en toda la estancia.
Estaba deseando ser empalada por esa magnífica polla.
Follas conmigo como la puta que sabes que soy, duro sin rodeos.
La metes hasta que ves que me arqueo por la mezcla de sensaciones de placer y dolor.
Te gusta dominarme.
No tardo en correrme. Punto que aprovechas para darme la vuelta y sacarme la polla.
-Tengo demasiada leche en los huevos y a ti te encanta comerla.
-Soy una chica muy aplicada, sí.
Me abres la boca. Metes esa enorme polla en ella y me follas hasta la mismísima garganta.
Más de una vez hago amagos de vomitar pero te da igual todo.
Tu polla se hincha más, si cabe.
Me separo un poco esperando recibir ese líquido espero y tan caliente que tanto me gusta saborear.
Empiezas a correrte sobre mi cara y boca. Luego diriges el chorro de hacia mis tetas dejando todo el top embadurnado.
Cuando sale la última gota tiras de mi falda hacia abajo hasta quitarla.
Me dejas la cara muy limpia gracias a ella.
Vuelves a cogerme de la coleta para obligarme a lamer la corrida de la falda.
Rebuscas por la habitación el tanga caído.
Lo coges y lo acaricias sobre mi coño, introduciéndolo por momentos un poco.
Empiezo a estar húmeda de nuevo.
Cuando abro la boca para pedir más me apartas con desprecio.
Me ordenas vestirme y marcharme.
Ya acabaste con tu puta, o al menos esta vez.
Me alejo hacia la puerta desde donde te veo oliendo mi tanga y el fruto de mi lujuria junto con tu poder de seducción.
Cuando llego a recepción le pido al recepcionista un bolígrafo y un papel.
Escribo en él mi dirección y un escueto mensaje: “Ahora sí sabes donde vivo, por qué no llamas a la puerta”.
Tras dejar el mensaje por debajo de la rendija de tu puerta, casi me doy de bruces con el recepcionista.
Se ve que intuyo algo de lo que había bajo la gabardina y le gustó.
Ahora mismo camino a cuatro patas por el pasillo del hotel, conducida agarrada por la corbata mientras de la boca del recepcionista no paran de salir guarradas hacia mí.
Creo que algún huésped nos oyó a pesar de las horas y que se asomó a la mirilla de la puerta.
Una puerta se abre.
Pasos que se frenan justo detrás de mí.
Un fuerte cachete en el culo y un “una puta para compartir” es el paso anterior para una velada inolvidable.
¿Alguien más quiere usarme?
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